jueves, 7 de marzo de 2013

LORD BYRON Y OTROS ROMÁNTICOS INGLESES
Byron, Wordsworth, Coleridge
LIBSA, Madrid, 2001.

 

Tiro al blanco

Este libro lo compré en una de las librerías de la cadena El Aleph. Es un edición económica donde la excusa de publicar una obra de teatro de Lord Byron, sirve para agregar a otros dos autores (Wordsworth y Coleridge). Del primero un puñado de bonitos poemas, y del segundo su clásica La balada del viejo marinero. Un librito interesante con una portada espantosa y por un precio mínimo.

Los autores

Brutos exponentes del romanticismo inglés, nos centraremos en Lord Byron, pues la participación de los otros en el libro es poco más que nominal.

Lord Byron es quizás el arquetipo de la vida romántica. Un aventurero, un dandy, un viajero en épocas donde emprender un viaje era de por sí una aventura. Un libertino cuya vida amorosa escandalizaba a la sociedad inglesa, y de la que aún hoy no se sabe cuánto hay de cierto y cuanto de mito. Denunciado por orgías y por incesto. En realidad estaba enamorado de una hermanastra y por eso, se dice, partió hacia el exilio.

Bisexual, excéntrico, murió en Grecia, hacia donde había ido a luchar por la independencia de un país al que no lo unía más que el amor por su pasado glorioso. Sin embargo su muerte no tuvo nada de heroica. Murió de fiebre y apenas pudo imaginar al enemigo turco por la ventana de su cuarto de enfermo, sin jamás llegar a verlo.

El libro

La primer obra y la que en realidad llena el noventa por ciento de este volumen es Sardanápalo, de Byron. No frecuento mucho el teatro  (o no tanto como otros géneros literarios) y en este caso además, teatro en verso. De todos modos el traductor (la traducción es de 1886) tuvo la decencia de no intentar emular la rima y transcribió una traducción, presumo, bastante literal. De todos modos si bien no la rima, y ni siquiera la métrica han sobrevivido, hay como un esqueleto de esa rima y esa métrica, como una cadencia que juguetea debajo del texto y le da ritmo a la lectura.

Antes de entrar en materia se hace obligatorio hacer un poco de historia, o mejor, de leyenda. Porque Sardanápalo, personaje asimilable a la figura del ultimo rey de Asiria Asurbanipal, es más leyenda que historia. Utilizado por griegos y cristianos como arquetipo de la vida disoluta, libertina y desenfrenada, Sardanápalo es un símbolo además de un personaje.  Lo cierto: Asurbanipal fue un rey culto, se dice el único de su época que sabía leer y escribir, durante su reinado se apoyó a las artes y se creo la biblioteca de Ninive. La leyenda: Sardanápalo era un rey que decidió dedicar su vida a los placeres hedonistas. Sus días eran una larga sucesión de fiestas, orgías y otros placeres mundanos y cortesanos. Se lo acusa constantemente, y Byron lo repite en su texto, de afeminamiento (rasgo aparentemente incompatible con su cargo de monarca de un imperio conquistador). Su famoso epitafio, adornado por las diversas épocas que le han ido agregando frases, decía más o menos: "come, bebe, juega. El alma tras la muerte no tiene ningún placer". Sardanápalo es pues el baluarte de lo que posteriormente los griegos definirían como el carpe diem (no creo que haya que definir este concepto y si no ver La sociedad de los poetas muertos). Como símbolo de esta filosofía, condenada por los cristianos, es recuperado por el Romanticismo, y llevado al arte por Byron en literatura y a la pintura por el famoso cuadro de Eugene Delacroix.

Tras esta breve dilación podemos hablar un poco del argumento. Sardanápalo es efectivamente un rey entregado a los placeres de la vida. Mientras planea su próxima fiesta, su cuñado Salemenes, fiel y bravo soldado, le comenta con preocupación que se está gestando una traición para derrocarlo. Sardanápalo no le presta mucha atención, y prefiere, aduce, continuar siendo un rey pacífico que deplora el carácter conquistador de sus ascendientes.

La traición, efectivamente, se estás gestando por parte de Arbaces, sátrapa (sátrapa=gobernador, satrapía=provincia), y Beleces, sacerdote-astrólogo de la corte. En plena conjura Salemenes los hace prender por la guardia del rey. Pero Sardanápalo opta por perdonar la vida a  los traidores y los manda al destierro. Arbaces vacila en su ambición ante esta muestra regia de perdón, pero Beleces sigue conspirando (parece que Byron prefería a los soldados a los sacerdotes). Como sea Beleces convence a Arbaces y mientras los conducen al destierro se reúnen con las tropas traidoras y atacan el palacio.

Aquí, el monarca acusado tantas veces de afeminamiento, vence su inclinación hacia la indolencia y se convierte en fiero guerrero, que incluso a riesgo de su vida rehúsa usar el yelmo (casco) que se le ofrece para la batalla. Hay idas y vueltas, por momentos parece que vencen los defensores, por ratos los atacantes. Hay también largos diálogos entre Sardanápalo y su amante griega Myrrha. Pero finalmente vencen los traidores, y Sardanápalo, luego de poner a resguardo a la reina Zarina y sus hijos, y de enviar a los pocos fieles soldados que le quedan a llevarse sus tesoros para que no caigan en manos enemigas, muere con su amante. Se inmola en una pira que manda formar alrededor de su trono.

Es evidente que Byron suaviza algunos elementos de la leyenda. Convierte la molicie del monarca en tozudo pacifismo. Luego lo reivindica de su vida de antiguo juerguista transformándolo de un momento a otro en un fiero guerrero, y en un valiente suicida que edifica un holocausto para que se vea desde las lejanías de la historia (según Sardanápalo mismo refiere). Finalmente modifica su propia muerte. Según decía la leyenda Sardanápalo mandó asesinar a su harem y destruir todos sus tesoros para que no cayeran en manos de sus enemigos. Así lo pinta Delacroix, en absorta contemplación de esta orgía de sangre y violencia. Byron en cambio lo transforma en un magnánimo monarca que libera a sus esclavos y soldados y les obsequia sus riquezas, para incluir únicamente en su gesto final a su fiel amante Myrrha que insiste en acompañarlo a traspasar el póstumo umbral.

La muerte de Sardanápalo - Eugene Delacroix

 La historia de Sardanápalo tiene todo lo que el Romanticismo amaba. Lo oriental y lo exótico, la tragedia, la guerra, el amor que se inmola y se extingue en su propia llama (si se me disculpa la metáfora). Byron la escribe con talento. Por momentos la obra sube en ritmo y a pesar de que las refriegas y batallas son tan solo descriptas por personajes que entran y salen de la escena, le dan un brío a la trama que la hacen apasionante; algo que sinceramente no esperaba de una obra de teatro en verso. Por otro lado está sobrevolando todo el tiempo el texto y los personajes un tufillo shakesperiano. El escenario real (real de realeza y no de realidad) las intrigas palaciegas y las traiciones, los largos monólogos donde Sardanápalo perora sobre sus ideales y la inminente caída de un imperio de trece siglos (ignoro de dónde saca Byron el dato, supongo de la difusa arqueología de su época).

En cuanto a lo que Wordsworth y Coleridge aportan al volumen no hay mucho para decir. Sí que Wordsworth me sorprendió gratamente con un puñado de poemas llenos de una profunda melancolía hacia el pasado, un gusto por la descripción ensoñada de la naturaleza y una sensibilidad un poco enfermiza, como todo lo romántico. La balada del viejo marinero de Coleridge es en realidad una historia marinera de fantasmas, en verso y un poco larga. Pero un clásico y referencia de una época. Este barco ebrio (gracias Rimbaud) que trasunta los mares con una tripulación de aparecidos, es evidente inspiración para aquel otro cinematográfico y lleno de FX de Piratas del Caribe. Los dos por momentos, a pesar de contar una historia trágica y terrorífica, despiertan una sonrisa en el espectador-lector, por lo bizarros.

Conclusiones

Hermosa obra la de Byron, por momentos con un ritmo trepidante como de thriller, en otros más monolagada y reflexiva en boca de un monarca que ve caer un imperio de siglos. Entremedio un modo de expresión rebuscado pero atractivo y lleno de color, a veces con algún verso de esos que, como decía Borges, quedan resonando. El apéndice formado por los otros dos autores no desentona, pero parece que fue agregado al final, como para darle un título rimbombante al libro.  

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